viernes, 16 de abril de 2010

Rosa de Jericó

Canto a la ternura sin precedentes (Poemas incendiarios) POEMA-CAP.51

¡Y cómo te cuadra su leyenda!
Ella,
peregrina del desierto, incansable y solitaria;
la que busca con antorchas encendidas
por todos los desiertos del mundo
a su Amor mío perdido,
Tú.
Y no hay palabra tuya que, hablando de estas cosas,
rosas como amores, amores como rosas,
pueda considerarse “literaria”, un oficio,
algo bajo lo cual, al pie de la letra,
no hubieses puesto tu sangre.
Al fin eras tan Bella y Verdad como para eso.
¡Eres!:
Me reprendo.
La fea costumbre de hablar en pasado
cuando de los muertos;
y como digo de ti,
todo es tan sin causalidad o momento inicial
como tú que siendo mi pasado,
eres mi presente, mi futuro y mi centro.

Amuleto para bendecir la... famiglia
Ya ves, eso no creo que seamos ni tú ni yo,
no creo que fueses
(siempre me olvido que he de hablar de ti en pasado,
que aunque cuánticamente esté confirmado
aquello de la no causalidad,
hemos de dar tiempo -¿cuánto?, ¿unos siglos más?-
para que se enteren los relativistas
que milenios después verterán a psiquiatras psicólogos
¿y otro par de milloncitos de años para que revierta
el conocimiento al pueblo?,
pueblo que no me tilde de loca, desde su condición
tan extrañada a todo conocimiento,
al hablar de ti en presente
o simplemente por hablarte)
Bendecir esa mafiosa institución
que lleva a sus expensas tantos crímenes de lesa humanidad
perpetrados contra esposas, aunque también hijos,
hijas sobre todo.
No. Esa Rosa de Jericó no.
Quizá seamos esta otra que dice la leyenda-
parábola de esta flor del desierto:
Continuamente arrastradas a los pies de Jesús...
Ya que Verbos.
Así se nos arrastra.
Todo por poner al pie de un macho, el que sea,
la sagrada Palabra ya así convertida en lenguaje
semen viejo hueso que despista animal mojado de agua negra.
Arrastradas por los vientos a los pies del que parece gozar
con eso de que las damas se los laven a lágrima viva.
A este destino nos han forzado,
no es que nos gustase ponernos en esa tesitura;
ni creo que a la puta de Migdal,
¿puta por culta?
Envidia de los pollastreces discípulos de él, Jesús,
que la pusieron en esa picota,
¡pues hubiesen gustado tanto de compartir su lecho con él!,
¿como ella lo hacía?,
compartido su lecho
y no únicamente las áridas peripatéticas caminatas
por aquella Palestina polvorienta pedregosa.

Al que parece gozar
con eso de que las damas le laven los pies a lágrima viva,
digamos que llegada es la hora
de que él efectivamente se ciña
para realizar sano y no enfermo
ritual de lavatorio de pies,
no a sus discípulos pollastreces
sino a su amiga que hiciese lo mismo con él.
Y también le digamos:
¿Son las palabras perdidas de Miriam de Migdal,
o de Alejandra o mías, más tu Evangelio?
(¿Y acaso habré de disculparme por tan sana pregunta
ante creencia alguna, a la cual ni poco ni mucho
importó sacrificarnos a mí y a otros
del modo más torpe más infame?)
Y si son tus palabras, Miriam, Alejandra,
etc. de otras lenguas, tan el Evangelio...
Las mías serán lo que serán
dado que jamás fueron,
tan futura la prima que ni pasado,
tan futura la prima Palabra...
aunque no la primera.
¿No la primera?
¿Y quién me dice que no la primera?
Primero no atañe a causa
sino a lugar que ocupas.
¿Es el lugar de los desheredados,
el primo lugar,
el primero?
Los últimos lo serán,
¿que me leía la mente el Jesucristo
anticipándose a mis querellas?

Sigamos entre rosas, ya que entre espinas:
¡También la Rosa de Jericó resucita!
...Mira por dónde.
Puede volver a vivir, como los dromedarios,
de un sorbito de agua
después de permanecer seca durante años.
Resucita, Florcita,
Vos la sacrificada
por aquella manía tuya tan “poco poética”,
como la mía, de Verificar
como el más auténtico hacer para el Versifica...
Y así llegar hasta el Fondo,
Cima de la poesía.
¡Qué se parece a la Física nuestra disciplina!:
Belleza y Verdad Fondo y Cima,
nuestros renglones más que los quarks.

"Rosas son las rosas en manos de la insaciable,
la del color infernal"

Rosas de Jericó en esas manos mortales
...o a sus pies,
y hablo, una vez más, de Jesús.
Hablo de Jesús de modo tan distinto:
El insaciable, el infernal,
ello su padre,
su recorrido en el mundo esa misérrima apoteosis:
¡Sacrificado por quien lo engendró!
Sacrificado como nos sacrifica.
La Causa nos sacrifica,
ese dios tan negro tan equívoco,
¿cómo no esquivo, si falso,
si ni existió?
....Aunque sí el sacrificio,
ese negro fondo para todo futuro
que todo pasado traga
y sin conservar de él memoria
que no tergiverse.
Esa Causa que ni existe
y que a pesar de lo mismo ¡y desde tan antes!
anocheció todos los efectos.
"Me mueren, me anochecen"
Más de 30 años,
tu caso,
en el 2002 llegando a los demás
cuando debiste en 1972;
más de cuarenta años en el mío.
En el 72 de tu muerte,
que no hubiese sido tu muerte sino mi nacimiento,
llegar a los demás,
y no ahora y ni así.
Más de 30 más de 40 años;
no tristes trucados tres.
No tristes tres tras los cuales
“¡Ha resucitado!”
Esa gran mentira corrompiendo al mundo
para que se pueblen más las tumbas con ella,
más que para que se abran,
para que, como la maldición de tu poema,
“no haya ya más vivos”,
pero no por sacar de sus tumbas a nadie
sino para que nos desciendan
de la mano de los “sepulcros blanqueados”
que heredaron a Jesús,
a todos allí....
Rosa de Jericó
¡Rosa de Jericó!
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