miércoles, 14 de abril de 2010

Perra de Corasán

Canto a la ternura sin precedentes (Poemas incendiarios) POEMA-CAP.48

¿Y qué te contaré de la Kabbala que tú no supieses
mi querida Cabbaleira Cabbalista?

Empezando por el mito de los dos en un solo caballo,
tan de la Iberia de Tarsis más cuna de tu Cabbala que ningún otro sitio,
mito que hicieron suyos los templarios a través de la herencia cátara recibida,
y mito que tú, o la fuerza cósmica que fuese,
colocó en mi cabeza el día de tu muerte,
en aquel extraño sueño en el que rescataba a una mujer perseguida
cuyo precioso auto rojo se había quedado parado en la cuneta
y montábamos las dos un caballo marrón
colocado al contrario, de cara a la pared, en el cajón de su cuadra
(Como para que no escapásemos, quería decir el sueño,
aunque, graciosamente, en el sueño sí escapábamos,
lo que no en la vida)
¿El mismo caballo marrón de tu sueño?
Del que relatabas,
inocentemente sorprendida por la rareza del mundo onírico,
tan Alicia que fuiste aunque no en ninguna maravilla de país,
como una, desear montar en él,
cuando alguien dentro del sueño te comentaba que ya lo hacías.
(…Y que daría yo mis dos brazos, no en Lepanto, sino aquí en los madriles
luchando en mi nombre: el de Vos, en esta lucha a corazón partido, no ya contra el Verbo, aunque también, sino contra sus usufructuadotes; ¡qué daría yo! por saber de ese personaje de tus sueños que hasta te vendía en el metro de París libros. ¿Quién era? ¿Quiénes mis voces? ¿Por qué exactamente el día último de tu vida, domingo 24-sep-72, tuve yo aquel sueño que anoté en mis cuadernos, en el que la mujer perseguida queda desamparada, el precioso auto rojo de su vida varado en la cuneta? ...Voces, ¿quién en mis sueños?, ¿quién en tus voces?, ¿quién en las mías? Algo así llamado escribías, “Voces”, “Escrito en el crepúsculo”, con aquella maravilla del “Me coge. Que parece morir. Que parezco agonizar”. Y en mis sueños se escribía aquí 8 días justos después de esas preciosas palabras tuyas de junio del 72: “El Amor por la Lengua. La Palabra: El Amor”. Como si mi alma hubiese captado la hermosura de la que fue privada durante treinta años, justo en el momento de ser escrita: “Me coge. Que parece morir. Que parezco agonizar”. Amor mío, si se perdiese todo cuanto hemos sido, toda la ciencia, todo, no sólo toda la literatura…Y quedasen estas pocas palabras, todo estaría a salvo, Grandísimo Amor mío perdido cuando hallado, hallado cuando perdido)

¿Qué te contaré, cantaré de la Kabbala
en lo que tú no me pudieras dar lecciones?
Solamente rescato para resaltarla aquí
esta frase del “Zohar” tan cabbalista:
“El mundo superior fecunda al inferior”.
Las palabras que me has dicho apretando mi alma contra la tuya
en este abrazar los Cielos a la Tierra
que son las apariciones,
¡en este abrazar la Ciela!:
”Recuerda cómo la hembra fertiliza al macho”
¿Podré yo olvidarlo jamás?
Tú sí me has fecundado desde la Otra Vida
la memoria primordial,
Grandísima Fuerza,
Fuerza capaz de sacar tus brazos de nube tu pecho de nube
de allí, a la par de arrancarme la nube de los ojos,
sacarme el alma por ahí….
Para luego dejarla caer tan dolorosamente.
¡Apiádate de mí!
Que tu Vos de la Ciela
se apiade de este Nos en los tierros,
mundo que sigue siendo tan macho.
¡No puedo luchar en tantos frentes!:
Desear partir contigo, y estar aquí;
desear rescatar mis palabras
de la injusticia cósmica que las sepulta,
desear rescatarte, a Vos la Vida,
de frías cátedras universitarias,
de fríos, ajenos, sin vida comentarios,
ensayos de los tantos y tantos “profesorales”,
que tú les llamarías con ironía,
esa segunda fila en la redacción
que siempre se las apaña para ocupar los primeros sitios.
No se puede luchar en tantos frentes
como llevo yo luchando toda mi vida
con la única recompensa, único descanso,
de morir, perder.
“Hemos perdido:
La noche ha caído”.
¡No! Ya está bien.
Ya está bien de esta batalla inútil contra el polvo,
contra la mentira, contra la muerte.
Que voy como todas las mujercitas de sus casas
o de sus martirios de toda la vida, con la gamuza,
luchando contra algo que siempre ganará la partida,
y sin sueldo luchando:
contra el polvo,
contra el polvo y su muerte,
contra la suciedad,
cuando otros echan tantos,
o echaron tantos en vida,
tú incluida.

Me niego a contarte nada de la Cabbala,
hoy he amanecido más Fausto, más Alquimia,
Divina Obra.

¡Todos los nombres que daban al hembra mercurio,
hembra o hermafrodita, los ejecutantes!:
Que si “pájaro de Hermes”, “Paloma”,
“Perra de Corasán”....
Aquí tienes mi gran lautreamontiana desaparecida,
que dentro de poco me pasará a mí,
un perro, perra mejor en este caso,
para hacerte compañía igual que al Maldoror.
Mal dolor de muelas que tú te creaste
con todos estos pillos de la literatura,
que si algo crearon,
fue contra la mujer,
para hacer daño fue.
Por ello les salvaron lo creado
aunque al fin les matasen
como al Maldoror Lautreamont.
Y Vos que jamás calificabas, de lo exquisita delicadeza,
y no tuviste reparos en maltratarte del modo que lo hiciste
¡utilizando ese estilete que debiste usar contra los demás!,
utilizándolo en público contra ti misma,
llamándote perra,
“Soy una perra, a pesar de Hegel”;
hete aquí: Perra de Corasán.
Casi te acierta en todo
el apodo para mercurio en la Gran Obra.
De corazón, de corazón humano,
perra de corazón humano,
“Húmeda
Concha de corazón de criatura humana”,

hembra,
hembra o hermafrodita mercurio.
“Mina: Lugar de donde se extrae el mercurio de los sabios”.
Y me viene a la memoria otra de las porteñas palabrejas
con las que te rebajaste en aquel ejercicio de cruda realidad,
“Sala de psicopatología”: “la einstein de la mineta”
(Escribo en minúscula el nombre del sabio
que elegiste para mostrar tu virtuosismo…
en algo que ignoro,
en algo que hubiese preferido ignorar del todo,
que nadie desde fuera hubiese venido a restregar por oídos,
ojos, todos los sentidos que llevamos abiertos al mundo
para recibir nociones de él,
nociones aunque no lecciones de mierda,
aquello que no nos interesaba conocer
o hería nuestra sensibilidad...
¡Y encima ellos se ponen la venda
descalabrados por nuestra pureza,
nuestra inocencia!
¡¿La pureza la inocencia puede vivir escandalizada
y a ella no se la debe permitir ser, puesto que escandaliza?!
Ese es el colmo de mundo al que hemos llegado,
mundo que te enterró y me entierra,
mundo que te obliga a lamer su pija sifilítica,
estado de cosas enfermo, sociedad tarada
que te induce al vómito,
al asco continuo,
mientras él no aclara su lengua, su magín,
en nuestros preclaros coños, mentes de mujer.
Virtuosismo....
Mi pobre ilustrada rudeza castellana que jamás viajó a París,
sobre el cual desde aquí escupo,
el París que te pudrió la vida,
que te la envenenó con la depravación ajena
tomándola tú por normalidad,
¿por sexo sano? ¿por naturaleza?,
¿eso que te enseñaban los psiquiatras
pagados por la sociedad para deformar las mentes de los mejores?,
depravación de la que tanto aprenderías…
“Enseñanza” que te despejó el camino a la tumba
incluso en los salones literarios de tu tierra,
a la que también escupo desde aquí,
como ahora mismito lo hago sobre el suelo al que honoro pisándolo)
Mineta, que debe ser algo así como la llanamente puta,
su oficio, escrito en castellano de siempre.
Y digo sin saberlo,
pues mi diccionario “Real Academia” es tan torpe
que ignora la evolución de su lengua en cuantas tierras se hable;
aunque sí incorpora los flipares y otras perturbaciones modernas,
no digamos la lluvia ácida, nube tóxica de los anglicismos.
Si mina parece ser puta, deducido de los tangos de allí…
¡Ole mi einstein!
¿De cuántos modos kamasutra?
No olvidando que Kama, algo tan práctico en esos menesteres
-Y tú que lo cantabas en el “Monte Caramelo”
poniéndolo en boca de una tal Carmen:
“Vamos a casa, vamos a cama,
si te sabemos a arcángel”-,

es todo un dios hindú, del Amor,
y Sutra: Canto.
¿De cuántos modos habremos de cantarlo
para acabar en el mismo y exacto cementerio: dormitorio?
“Los muertos no tienen ya otra cosa:
Fosa”
-Me autocito de mis versos enterrados en vida
desde los diecisite años de mi edad-
Qué idioma el griego, y, ¡oh Isidoro!
fuente de etimologías,
cómo nombramos de exacto y gracias a ellos
al lugar de los muertos:
coimenterion: dormitorio.

Pero ya que hemos cogido el diccionario,
no con el mimo que te cojo y acuno a ti,
utilicemos su negada sensibilidad
para piropear a Vos.
Dice aquí: “Volar la mina”:
“Descubrir alguna cosa que estaba oculta”,
“Romper y explicar su sentimiento el que ha estado callándolo durante mucho tiempo”.
Eso hago en tu nombre:
Vuelo la mina, la entraña del silencio,
te rescato de un “virtuosismo”
-y lo entrecomillo pues pongo en duda toda maestría en lo tal-
al cual no pertenecías,
y arrojaste así a los puercos lectetos y sus pajas
y otras prepotencias mentales, tus perlas;
te rescato y coloco en tu lugar alto,
del cual “¡Ven!” “¡Ven!” grita mi magia,
en lo más alto de la Torre del Tragos
Torre del Conocimiento y del Alma,
tan cercada, tan en ruinas.
“¡Ven!” “¡Ven!” que llamaba en mi sueño
del viernes 23 de septiembre del 72
a aquella hermosa mujer “QUE MORÍA EN LA TIERRA DE FUEGO”:
Exactas palabras oníricas.
Ven desde tu torre del Alma,
ahora, allí, ya no cercada, ya no en ruinas,
a la mía que aquí sí,
torre del Tragos donde todas las magias,
todas las magias perseguidas,
Torre del macho cabrío.
Así, de esa magia convertida en insulto a la lesbiana,
“macho cabrío”, se quemó ¿a cuántas magas,
mujeres que por querer ser libres, putas,
a cuántas cultas con acceso negado a la cultura,
cuántas poetas, cuántas mujeres fuertes?
...QUE MORÍA EN LA TIERRA DE FUEGO:
Exactas palabras oníricas.

¿Qué más cabalista que los sueños?,
Perra de Corasán,
Perra de corazón humano,
mercurio hermafrodita que hace posible la Gran Obra.
....Y sin ELLA nada se hizo.

abril de 2005


(Perra de Corasán,
mis perritos que desde 2007 están todos contigo,
también ellos perros y perras de corazón humano,
ninguno conmigo ya.
Te llevaste contigo la poca ternura que me rodeaba.
La última, mi perrita grande.
Aquella con la que en 2003
casi me haces desaparecer, mientras la paseaba,
en aquella tormenta no venida de este clima,
tormenta, que fue más fuerte mi deseo de salvar a mi perrita,
que el ansia de tirar la toalla, deseo de rendirme,
pronunciando como tú, como tantos otros antes:
“Hemos perdido:
La noche ha caído”.
Y ¡No! ¡Ya está bien!
Ya está bien de esta batalla inútil contra el polvo,
contra la mentira, contra la muerte...
¿De qué nos sirve revelarnos?
¿Tardar más en morir,
en que te mueran de bastante peor muerte,
lenta cruel
que es la esencia del sádico criminal mundo macho?
....Nos hubieses desaparecido a las dos
en aquella tormenta impropia de este clima)
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