miércoles, 14 de abril de 2010

Su Pajestad la CARENCIA

Canto a la ternura sin precedentes (Poemas incendiarios) POEMA-CAP.49

...Ninguno sería el Jardín,
precario consuelo de los crucificados.

¿Qué se puede decir después de tú aparecerte?
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas

Y yo creo que tu Soledad fue eso,
una carta cual alado Mercurio
que buscaba las manos del alma,
de un otra alma a quien jamás llegó.
Creo que tu “Soledad” es un poema,
Libro... ¡así de largo!,
que nadie editará hasta dentro de otros treinta años.
Al final, como sucede siempre con todos los amados,
correrás mejor suerte Vos que yo.
Al menos alguna otra “loca”, o lo Car, Carmen,
podrá leerte dentro de treinta años
…..Y ¿también te la aparecerás?
Quizá no.
Pues yo ya estaré “allá en el Otro Mundo”
acompañándote
-reza la copla, sabe más que una oración-
Cosa, por cierto, en la cual parecés poner especial interés.
Yo sí debiera procurarme un buen exorcismo, ya ves,
que dijeses Vos de la salidez
que te procuraba la inactividad de escribir
allá en el Pirovano,
que es como decir “Allá en el otro mundo”.
Así te quedaste,
clavada en el Portal cósmico, Puerta del Alma,
todo un sexo que jamás encontró satisfacción.
En algo habríamos de parecernos,
ya que nos aparecemos… O desaparecemos
-Ahora estoy, ahora no estoy-
¡O nos desaparecen!
Ahora estoy, ahora no estoy;
yo sí debería procurarme un exorcismo,
pero de los que hace la iglesia a hisopazos,
para tratar de arrojar este negro sino
que traéis sobre la vida de los iluminados,
las luminarias que les acechan.
Sois mi muy gravísimo infortunio queridísimo Amor mío.
¡Aunque jamás, es cierto,
te cambiaría por la iglesia o éxitos de esos desdichados
por muy afortunados,
de esos delincuentes todos tan honrados,
de esos miserables,
literatos la gran mayoría:
todos depositaron su semen-caca
su chocho-pocho
en las letras así ya irrecuperables
de esa mugre!

Descendida cual Virgilio-Beatriz para llevarme a la tumba.
A otros no saldrá no salió nadie a recibirles.
Soy más afortunada:
Prefiero mi infortunio y por tanto vuestra compañía,
mi muy gravísimo infortunio queridísimo Amor mío.

¿Has venido a naufragar toda mi obra a tus pies?
A terminar lo que tan perfectamente venía realizando el mundo
y en el justo momento de yo intentar zafarme de esa zarpa,
hundiéndome en algo parecido a ese palus romano
conocido con el nombre de Remo,
de lo sombrío, por ese Abel latino allí arrojado,
a esa invisibilidad del asesinado
cuando el verdugo se encarga de las historias,
Rómulo, tu hermano;
justo ahí te apareces, como rubricando la infamia
más que extrayéndome.
Has paralizado mi alma, mi obra.
¿Mayor tributo a los pies de alguien?
Ni santos a su dios.
Has paralizado mi alma.
¿Qué se puede decir después de ti, ¡de tú aparecerte!?
Sabes bien que no temo a verbo alguno,
ni aun descendido de los cielos,
fuese su Pajestad, tú,
o la del mismísimo Pantócrator que ilumina tu nariz
en esta fotografía ya deteriorada de apretarla contra el pecho
como si con ello recibiese el imprescindible oxígeno
para seguir existiendo.

¡¿Qué has hecho con mi destrozada vida
Alejandra Pizarnik?!
¿Qué crimen me concluye a tus plantas,
en vez de me nace?
¿En qué fango de ese palus romano depositas mi osamenta,
verdugo malescribiendo la historia?
YO SOY LA BUENA VERSIÓN,
la única buena de todas las posibles de cuantas alternativas
buscase Einstein, allá destrozándose las neuronas
en su infructuoso esfuerzo final.
Y tú lo debes saber.
¿Y por ello se han abierto las Puertas del Alma,
Portal cósmico, reconociéndolo,
¡reconociéndolo, para corriendo enterrar!,
enterrar, cerrar, que esa loca se acerca demasiado?
Punto final.
¡¿Qué mano del averno, no energía buena si dios,
te coloca de víctima, otra vez víctima ahí en la Puerta,
víctima, de mi verdugo?!
De mi verdugo te representan
víctima siendo.

Y fíjate si no temo, Su Pajestad,
que si tú has puesto por hecho desde ultratumba
el verso de Garcilaso
"Y con la lengua muerta y fría en la boca
he de mover la voz a ti debida",
¿sabes con quién podría yo atreverme no, so Eve pourrait?,
y atreverme desde aquí en el más difícil todavía:
Con el Hernández tan ibero demiurgo:
"Y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte".
Desamordazarte y regresarte, o morir,
¿qué me queda?
Al menos esta locura de intención,
buena muerte sería.
La que me merezco
tras tan horrorosa vida.
Se nos dé la muerte de la rosa
de la que hablase Rilke:
la muerte propia.

Desamordazarte y regresarte, o morir,
Su Pajestad la CARENCIA.
Regresarte “Soledad”
¿Te escribiste, poema?
¿Lo escribiste?
Era como un gran poema que no podía dejar de escribirse.
Al menos no pudiste dejar de vivir tus 36 años
para dejar constancia de la Soledad vital en que todos perecemos,
incluso esos tan listos que nos hacen perecer
a destiempo y de tan mala manera;
para dejar constancia de mi Soledad vital
que yo no he podido dejar de vivir mis cincuentaytantos
...¿Dejar?
Incluso de los salvados por la posteridad,
entre los cuales te incluyen ahora a ti
aunque de tan mala manera,
hay que interrogárselo.
¿Qué quedaremos si mi “alternativa”,
esa que tan desesperante infructuosamente
buscó Einstein en sus últimos años,
ni existe;
qué quedaremos si yo sólo la he soñado,
si nada es,
como supo Hernández desde su tuberculosis carcelaria
qué el regresarte, qué el desamordazarte,
pues nada te impide caer a ti
en ese que te amordacen y jamás te regresen,
¡ni aun siquiera cuando estás vivo!
cómo yo ahora aquí?

Mi queridísima Su Pajestad, la Carencia
...Que habremos vivido sólo de eso,
sólo eso,
y sin que Portal Cósmico alguno
nos redima las tantas faltas:
De lo que nos faltó y en lo que faltamos.
Sin que se nos dé lo nuestro....
Que no, no era esto.
Sólo vine a ver el Jardín,
con intención de entrar, no de salir.
No era éste el Jardín,
si de él me expulsan,
nací, nacimos ya expulsadas.
Ninguno sería el Jardín,
precario consuelo de los crucificados.
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