viernes, 2 de abril de 2010

...Y jamás la encontré: La habían ya asesinado

Canto a la ternura sin precedentes (Poemas incendiarios) POEMA-CAP.16

“Pero yo sé lo que necesito. Esto es lo trágico. Siempre lo encuentro por la mitad, correspondiendo a mi deseo la parte ausente y disgustándome la que se ofrece.”

“Yo sé lo que necesito... Siempre lo encuentro por la mitad”. Yo sí sé sabía lo que necesitaba necesito... Y jamás la encontré: La habían ya asesinado.

Yo sé lo que necesito....
De lo mismo también escribías:
“Yo pierdo conciencia cuando me desnudan… Algo presente, AUSENTE.”
Y yo gano conciencia identidad, ganaba, ganaría, al desnudar a... que indeciblemente distintas y la misma, la ella que es yo y el yo. Qué indeciblemente distintas y la misma, la ella que es yo y el yo.

Correspondiendo a mi deseo la parte ausente...
Pues no le importa a mi retorneada cornamenta psíquica repetir, ya que aquí, ante todos, una no tiene dignidad, esta es otra de las tantas pertenencias que me esquilmaron ha ya.... La imperdonable ausente fui ya que no dios, pues no habiéndole echado a hostias de su cielo, más mío, CIELA por ello. Y ahora tú, en la Ciela que no me vio de dios, DIOSA mía.

Correspondiendo a mi deseo la parte ausente… Cacho pendona. Al menos recitaste aquello al literato cafetera francés: “mi cuerpo nunca más podrá recordarse”.
-Estúpida cafetera ambulante por escritor, o al revés, dejá de memorizar cuerpos de nadie, ¿quién te pidió?

La parte ausente correspondiendo a tu deseo, la yo, tu otra que estaba allí, que de algún modo estaba allí. ¡Que estaba allí! ¿Cómo pudiste?
QUE ESTABA ALLÍ: Hasta sin ser presenciales hablan de sí ciertos pesos específicos, hablan de sí en ti, de ti en mí.

Siempre me encontrabas por la mitad. Hay que ver las salvajadas que hicieron dios la naturaleza con algunas: partirnos a la mitad para que nunca nos encontrasen enteras, vivir de a medio lado, vivir a medias, la mejor parte nuestra oculta, parte que jamás nos reconocerán ni aun cuando la desnudásemos afrontando toda lapidación. Así te veo yo ahora, cual gato de Cheshire desapareciendo no tras tus bigotes sonrisa, pero sí tras tus cejas (también bigotes, bigotes para ojos : como me inspiraste en 2005) tus ojos misteriando para no volverme azul la rosa roja de la sangre o terminármela de helar acabando lo que anunciaste en 2003 y casi logras en 2004, matarme, contigo llevarme, mi Aparecida....
Y ojalá hubieses hecho. ¿De qué sirve este testimonio? Yo, como tú, que así lo expresaste a orillas de tu suicidioasesinato, sé que escribo bien, y eso NO es todo, yo digo más que tú: mejor que tantísimos con todo el palmarés de premios repleto, que si Nacional de las letras, que si Cervantes, que si Príncipe de Asturias, que si Nobel; mejor que todos ellos, y mejores y más sanas e inteligentes ideas que comunicar, un muy superior hálito creativo. Mas ¿de qué sirve este testimonio, si jamás será publicado como merece, dada la envidia, dado el rencor de esos tarados que esgrimen la pluma de modo oficial o de aspirante a ello modo? Una inteligencia que está por encima de esa mediocridá alacránica ¿encontrará contertulios? ¿Cosechará lectores quien habla de aquello que la mayoría sólo entenderá tras estirar la pata; cosechará lectores ahora cuando estamos destinadas, tanto tú como una, y como tant@s otr@s, a que exploten nuestro trabajo los mismísimos hijos –y por ello de la gran puta y del grandísimo cabrón- de aquell@s que nos matan sin molestarse siquiera en sentenciarnos, gastarse ni en juicio cuando existe el tan socorrido para sus bolsillos suicidioasesinato? ¡Lo que se ahorraron en nosotros, para que, y para colmo, les acabemos siendo la mejor de las herencias que dejan a su descendencia que, naciendo de las mismas taras que los que los engendraron, acabarán suicidioasesinando a los que nos sigan en esta cadena de genocidio al mejor, a los mejores!

Diciembre 2005
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